viernes, 9 de julio de 2010

RELATO VERÌDICO...

ANÈCDOTA LABORAL
En el año 98 ingresé a la planta permanente de la Municipalidad de Canals. Si bien en un comienzo, mi función era variable, pronto se me designó en recolección de residuos domiciliaria, donde me desempeñé por un período de 7 años. Mi primer compañero, fue un amigo el cual tenía un apodo muy gracioso y que prefiero reservar por el momento. Junto a èl, compartí momentos tristes como graciosos, de los cuales relataré uno de los episodios que mas chistoso me resultó…
“EL PORRAZO”
Nuestro horario de ingreso era a las cuatro y media de la mañana. El lunes, debido a la cantidad de basura acumulada, solía de ser más exigente que los demás días de la semana. Ése comienzo de semana, al cual hago referencia, el chofer del camión recolector, llegó tarde. En su afán por recuperar el tiempo perdido, conducía el  compactador con rauda velocidad. Mi compañero, hombre puntual, tenía cierta “bronquita” contra el conductor, por la situación y la velocidad que llevábamos. Era invierno, y por ende estaba oscuro. Circulábamos por calle San Martín, y comenzaba a alistarme con el elemento protector (mis guantes)…
Al llegar a la esquina de calla Buenos Aires, en esa zona hay un colegio. La velocidad por recuperar el tiempo, era tal, que ante la presencia de un vehículo color blanco por la mencionada calle, nuestro compañero chofer, “metió el freno hasta el radiador” provocando el detenimiento brusco del camión. Al estar suelto de la barra  pasamanos de la cual nos asíamos, mi cara impactó de lleno contra ésta. El suceso mas allá del dolor por el golpe, me causó gracia por lo inesperado y absurdo. Y me di vuelta a las carcajadas hacia mi compañero, para contarle lo que me pasò, y he aquí lo siguiente: NO ESTABA!!!...
Pensé:”éste se cayò por ahí y ni me di cuenta”..en ese momento, esuchè su voz ronca, que provenìa desde el interior de la caja compactadora…”AY M`HIJO…QUE GOLPAZO ME HE PEGADO!!”, y mientras se asomaba, pude ver su camisa clarita, de color negro;había resbalado por toda la caja hasta el fondo, evitando las consecuencias de un golpe frontal…
Êse dia, mi compañero, sufrió su centèsimo golpe, uno de los tantos en mi presencia. Es que ya tenia 58 años por entonces, y ya no estaba para esois trotes.

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